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Si no está roto, no lo arregles

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A veces, lo mejor que puede hacer un nuevo técnico es respetar, en todos los sentidos, el trabajo de su antecesor. Sobre todo, como en este caso, si el reemplazado es posiblemente el mejor técnico de la historia de la selección peruana, el que le dio una identidad a un equipo que lucía a la deriva, que no competía, que se amilanaba tanto en casa como fuera de ella. Gareca fue, en ese sentido, el obrador de algo que parecía utópico: la clasificación a un Mundial 36 años después, una final de Copa América, un repechaje perdido por penales en la eliminatoria siguiente...

Reynoso, por supuesto, no debe sentirse demasiado cómodo intentando estar a la altura del argentino, idolatrado en cada rincón del país. El nuevo seleccionador peruano ha llegado al banquillo nacional por méritos propios y porque tiene las ideas claras. El asunto es que esas ideas son, en algunos casos, muy distintas a las que ya habían asimilado los jugadores, que en su gran mayoría fueron discípulos de Gareca en cada hazaña que logró Perú.

Reynoso intentó imponer esas ideas ante Alemania, un rival tan peligroso como Marruecos, aunque con algo más de pedigrí. Intentó llevar la línea de cinco defensas que suele usar en sus clubes a la selección, pero fracasó estrepitosamente. La Bicolor solo mejoró un poco en Mainz una vez que volvió a jugar con cuatro atrás, como acostumbró durante una década, y el seleccionador tomó nota.

Perú jugó ante Marruecos con un sistema con el que se siente más cómodo. Es una realidad. La línea de cuatro defensiva sabía cuándo salir y cuándo esperar, Tapia lució imperial como cada vez que se adueña del eje del mediocampo, Yotún dio salida limpia... La gran lección del empate en Madrid tiene que ser esa: a veces lo mejor es no tocar demasiado una máquina que ya funciona bien. De lo contrario, con la intención de mejorarla, se puede terminar averiando.