Perú: así como se sufre, se goza
Jornada infartante la última en la eliminatoria de Conmebol para Rusia 2018.
Y ya les habíamos comentado la vocación peruana por el sufrimiento. Existía, sin duda, la ilusión por una victoria que catapultara al equipo de Gareca directamente al mundial; pero dadas las circunstancias y el minuto a minuto en cada cancha de esta cruenta doble rueda sudamericana, la repesca para Perú es un gran logro.
Fue un flojo partido de la blanquirroja. Colombia, tácticamente impecable, le cortó los circuitos en el medio. Desconectó a Yotún, Cueva, Flores, Carrillo y Guerrero. Los absorbió con su anticipación, los aburrió con su cerrojo desde tres cuartos de cancha y desbarató las sociedades que pretendió armar Perú. Mientras tanto en ataque, sin llegar a ser demasiado profundo, contó con el toque de distinción de James, el ida y vuelta de Cuadrado y el doble pivote de ataque con Falcao y Zapata que dispuso Pekerman.
Llegó entonces ya en el segundo tiempo el gol de apertura de James y con el oído puesto en los relatos de los demás partidos, solo había que aguardar alguna acción milagrosa que permitiera a los locales igualar y ver si alcanzaba al menos un punto. Y llegó. Y alcanzó el punto. Jugada peligrosa contra Corzo; Guerrero, sin advertir el brazo alzado del juez, señal de tiro libre indirecto, ejecuta por encima de la barrera, manotazo infructuoso de Ospina y el retorno a la vida.
Para destacar la honestidad tantas veces sospechada de todos los representantes sudamericanos. Venezuela, eliminada pero dignísima, trabajando a futuro con Dudamel, superaba a Paraguay en Asunción y Brasil, clasificada pero aplicada en los objetivos de Tite goleaba a Chile. Listo, plato servido. Los últimos minutos fueron un pacto de no agresión. Colombia sellaba su boleto a Rusia y Perú hacia reservas para Nueva Zelanda.
Que les puedo decir. Hace unos meses, Perú estaba liquidado. Como lo estaba hoy después del gol de James. Aún no logró su objetivo, pero, repito, dadas las circunstancias, fue una noche mágica la del Nacional de Lima. Probablemente haya habido una dosis suerte también; pero a la suerte hay que ayudarla. Y si algo nunca le ha faltado al plantel de Gareca es amor propio, entrega y determinación. Justo premio.