Gameiro anima el trámite
Marcó un golazo en el minuto 7 para terminar de sentenciar la eliminatoria ante un Copenhague con sólo Sotiriou amenaza. Bien Vitolo. Gaitán, primeros minutos desde noviembre.
Imagina que esa pelota es de las últimas que Torres toca en el Atleti. Imagínatelo. Lo ves correr y lo piensas. Imposible. Pero puede. Imagina que ese niño cuyo apellido fue tu primera camiseta rojiblanca juega sus últimos partidos con tus colores. Pero a él le salieron canas entre las arrugas y a ti barriga. Es eso. Es el “no” de Simeone que empuja a pensarlo. Con el partido decidido allí, en la ida, con el 1-4, con el Copenhague sin su portero Olsen, sin Santander, sin Zeca, todo decidido, no puedes evitarlo: buscar a Torres más que al balón.
La cámara también le busca cuando los equipos forman antes del partido, en el primero de la Europa League en la historia del Wanda Metropolitano. Los últimos minutos de Carrasco los viste sin saberlo. También ante el Copenhague. Esa asistencia a Griezmann. Diez días después está cerrando la maleta rumbo a China. Por eso buscas a Torres en el césped, sobre todo a Torres, para ir despidiéndote, poco a poco, partido a partido. Por si acaso.
Miras a Torres y de pronto ves a Gameiro agarrar un balón en el balcón del área. Gira sobre sí mismo, lo empala con la izquierda, un trallazo a la escuadra. Tercer partido seguido marcando. Si a alguien le ha sentado bien la llegada de Costa ha sido a él. Le ha quitado miradas de encima, peso en los hombros y en las piernas. Le ha devuelto el medio pie que le faltaba cuando encara a portería.
Era el minuto siete y el Atleti encadenaba ocasiones en cada ataque, con Correa en la banda que iba a ser para Carrasco una centella y la grada, en el caso Simeone-Torres, posicionándose. Va con los dos, por igual. Y pide reconciliación con la voz. Primero Ole, ole, ole, Cholo Simeone. Después, Fernando Torres, Lololololo. Ambos muy alto. Correa, en otra de sus llegadas a la línea de fondo, busca a El Niño para brindarle un gol. Torres remata con la derecha y el exterior. Para Andersen. No se apaga el Lolololo.
El Copenhague con más intención que profundidad, más ganas que realidad, logra meterse en el partido y detener sus pulsaciones, la rampa en el campo a la portería de Andersen y sumar una ocasión, de Sotiriou, de nuevo, con Fischer, su mejor jugador.
Y tú miras a Torres y ves que Correa es el único futbolista con chispa en la tarde fría de Madrid. Que Sergi cada vez corre más seguro en la banda izquierda. Que Vitolo no deja de pedirse balón, con mucha movilidad, internadas y centros. Se te cuela en los ojos mientras tú sigues buscando a Torres. Ese Torres que convierte una pérdida de Koke en un fenomenal pase picado a Juanfran. Ese Torres que remata de cabeza ante Andersen, buscando eso que no llega y que tú también quieres, su gol. El Atleti se empeña una y otra vez en buscarlo por el centro, estampándose siempre en los centrales daneses. Oblak bloca ante Fischer. Llega el descanso. Torres se va al vestuario charlando con Andersen.
La segunda parte comenzó con Sotiriou tirando el Copenhague, como si de los daneses sólo jugase él, pero siempre se estampó con Oblak, siempre atento. Entonces vuelves a Torres y ves cómo Vavro choca de cabeza contra él. El publico vuelve a cantar alto. Lolololo primero. Ole, ole, ole después. Entonces sale un invitado que no esperabas del banquillo rojiblanco. Gaitán. Si Carrasco se va una rendija se abre ante el. Más fuera en enero que dentro, desde noviembre no juega pero intenta que no se note. Participativo, con buenos minutos en los minutos en los que los dos equipos ya sólo están dejando pasar el tiempo. Pasar el tiempo mientras tú sigues buscándole. A Torres, y su 9.
Intenta una pared con Juanfran, pero la intercepta un defensa. Después corre a por un balón que le filtra Gaitán, pero atrapa Andersen. Son minutos de nada, de amistoso en febrero. Ni siquiera Skov, con una carrera de treinta metros y un slalon ante Gabi, agitó al Atleti, que lanzó varias contras pero una la estropea Thomas, las otras las ciegan los defensas. Y el partido termina con una carrera de Torres. Torres y su zancada. Llega al área y busca a Thomas que envía a la red. Mientras el balón vuela fuera suena el silbato y tú piensas tú piensas que éste no sea el último. Que no puede serlo, por favor, por mucho que China estire sus tentáculos también hacia El Niño.
Porque te es difícil imaginar un Atleti sin Torres en el que, lo sabes, porque lo sabes, nunca volverás a ver a Torres como futbolista. Aquel niño al que te agarraste en lo oscuro de Segunda. Aquel que eres tú en el campo. Aquel apellido que cuando vez en tu camiseta de niño, esa que ya no te vale, siempre te saca una sonrisa. Seguida de un Lolololo.