Pizarro, entre la gloria y el olvido
La carrera de Claudio Pizarro es, desde casi todos los puntos de vista, absolutamente envidiable. En su extensa carrera en Alemania, que empezó en el año 2000, ha anotado 269 goles, entre el Werder Bremen y el Bayern Munich, equipos en los que, si no es ídolo, se acerca lo suficiente a esa condición. Por un tiempo, antes de que Lewandowski marcara historia en el Bayern, el peruano fue el goleador extranjero histórico de la Bundesliga. Se dice fácil.
Con el anuncio de su retiro al final de la temporada, después de 20 años en una de las ligas más competitivas del mundo, Pizarro pondrá fin a un verdadero sueño europeo.
En el Perú, sin embargo, nunca pudo consolidarse ni en la selección ni en el imaginario de sus compatriotas. Sus números con la blanquirroja son bastante elocuentes: quien fue, durante muchos años, el jugador con mayor jerarquía de la selección, ha marcado sólo 20 goles en 85 partidos, lo que le valió ganarse el repudio de muchos aficionados. Repudio es, en principio, una palabra realmente fuerte, pero lamentablemente no se aleja de la realidad.
El fenómeno es difícil de explicar y, sobre todo, se necesita mucho más espacio y tiempo que el que permite este formato. Pero, intentando simplificarlo, tiene que ver con algunos factores: el primero es que Pizarro se fue muy joven del Perú y ha tenido apenas experiencia en la liga nacional. Podría decirse lo mismo de Guerrero, por supuesto, pero en su caso los números en la selección lo respaldaron. La ausencia de goles de Claudio sumada a su muy breve aparición en la liga fue demasiado para los aficionados.
El hecho, tiempo después, de que se volviera un tipo millonario, que invierte su dinero en caballos y en competencias ecuestres, también lo alejó del peruano de a pie, todavía más que la mayoría de futbolistas, que viven casi en otro mundo. El mundo de Pizarro quedaba todavía más lejos.
Claudio, además, tuvo también algún episodio turbio de indisciplinas nunca comprobadas: en el 2005, los jugadores de la selección peruana, concentrados en un hotel local, recibieron mujeres y tomaron alcohol, y, al ser Pizarro el capitán, se le echó la culpa. El delantero fue separado del grupo. Nunca se comprobó su culpabilidad, pero para la afición fue suficiente para ponerle una cruz. Pizarro nunca más.
El último episodio de la relación entre el delantero del Werder Bremen y la selección terminó por romperlo todo: ante la clasificación de Perú al Mundial de Rusia, y la falta de efectivos ante la posible ausencia de Guerrero –que finalmente sí llegó, pero en malas condiciones-, Pizarro creyó que podía ser convocado. No sólo no lo llamaron, sino que su nombre se manoseó demasiado en la prensa, lo cual molestó al excapitán. Finalmente, Pizarro no tendrá su despedida con la selección que tanto adoró.
Una cosa es clara: las estadísticas de Pizarro en la selección son malas, pero su compromiso siempre ha estado intacto. Quien critique su amor por la camiseta y por su país está viviendo en un mundo paralelo. Claudio, nuestro capitán en una de las épocas más duras de esta vilipendiada camiseta, siempre lo dejó todo. Le agradecemos y lo recordaremos. Espero que, por lo menos, con la mitad del cariño con la que lo harán en Alemania.