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LIGA 1

Universitario celebra 95 años en plena crisis institucional

La poca salud institucional del equipo limeño no es ninguna novedad. Entre deudas y administraciones transitorias, la U no consigue despegar.

Universitario celebra 95 años en plena crisis institucional

Los tiempos han cambiado, pero no tanto. El grandísimo equipo de la década de los noventas nunca volvió a serlo en el nuevo milenio, con algunas muy escasas excepciones (2009 y 2013, para ser precisos) que, básicamente, confirman la regla. La U, desde las oscuras épocas de Alfredo Gonzáles, no ha logrado recuperarse de la profunda crisis económica e institucional en la que está sumida desde hace casi dos décadas.

Con la construcción del estadio Monumental, en el año 2000, Universitario de Deportes buscaba posicionarse como el equipo peruano más moderno. El equipo del futuro. Se trata de un recinto para más de sesenta mil personas, con palcos de lujo. Pero, como suele suceder de este lado del mundo con proyectos tan ambiciosos, es fácil perder el rumbo, las cuentas, la calculadora y, sobre todo, la dignidad.

La constructora Gremco fue la encargada de prestar el dinero al club y de edificar el estadio. Es posible que a ese trato se remonte el origen de todo el caos: Gremco prestó dinero a la U para comprar el terreno (que se vendió a un precio irrisorio), construyó el estadio y hace algunos años reclama que el club le pague una deuda que, según la empresa, es ahora mucha mayor de lo que el club considera.

La U sostiene que la deuda con Gremco ya no existe y que el estadio es suyo. Eso está por definirse en un litigio que no tiene cuando acbar. Pero Universitario no solo tendría una deuda con Gremco. La deuda más importante del equipo es con el Estado peruano, por lo que se declaró en emergencia a la institución en el 2011. La SUNAT (Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria) decidió nombrar, desde entonces, a varias administraciones temporales en busca de sanear la economía del club.

Nada de lo cual funcionó. Por distintos motivos, las administraciones temporales manejaron la institución de manera desordenada y poco transparente, tal como lo habían hecho los Gonzáles y Pachecos, personajes más que ingratos para la historia de una institución tan grande.

Todo eso repercutió, por supuesto, en el rendimiento del equipo a nivel deportivo. La U tiene tres títulos nacionales desde el 2000, un historial vergonzoso en competencias internacionales (en este apartado, no es tan distinto a los demás equipos peruanos) y un par de temporadas en las que ha estado muy cerca de descender, lo cual supondría una desaparición casi segura del club que, sin el dinero de la televisión, se ahogaría en sus deudas.

Los hermanos Leguía, dueños de la empresa Solución y Desarrollo, han vuelto a tomar las riendas del club, después de dejarlas en el 2016. La visión de los Leguía tiene que ver más con sanear la economía del club que con hacerlo ganador en el campo. La gloria deportiva no es su ambición, algo que choca, por supuesto, con el deseo de una de las hinchadas más importantes de América Latina. De ahí que su regreso, a partir del mes pasado, haya despertado más dudas que certezas en los aficionados merengues.

Ángel Comizzo, actual técnico crema, fue designado por la administración anterior, de manera que su continuidad no está totalmente garantizada. El entrenador argentino ha sido el último en sacar campeón nacional a la U, en el 2013, pero su salida accidentada, poco tiempo después, enturbió el recuerdo.

Universitario se ha acostumbrado a luchar por mantener la categoría más que por conseguir trofeos, algo que evidentemente enerva y decepciona a sus hinchas. Pero el principal problema de los cremas siempre ha estado fuera de las canchas y dentro de las oficinas de Santa Anita: ahí, en las penumbras, se ha cocinado a fuego lento una crisis que no tiene pinta de resolverse en el futuro cercano.

La consecuencia más triste sería que, a puertas de cumplir 100 años de historia, uno de los dos gigantes peruanos tenga que abandonar la máxima categoría y se hunda en la más que informal segunda división. Por eso, cada triunfo es heroico y aporta oxígeno a una institución que siempre está al borde de la asfixia. Por su bien, el de sus hinchas y el del Perú, las cosas tienen que cambiar radicalmente en la U.