NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

SPORTING CRISTAL

Roberto Mosquera: volver a casa

Roberto Mosquera es uno de los técnicos más identificados con Sporting Cristal. Vuelve al club para sacarlo de una compleja crisis.

Actualizado a
Roberto Mosquera: volver a casa

Bajo algunos de los pares de lentes oscuros más peculiares que se recuerden, envuelto en telas cuya procedencia europea ha insistido en recalcar, un poco enredado entre las frases sofisticadas que suele pronunciar, vive uno de los técnicos peruanos más exitosos de los últimos tiempos. El actual campeón nacional, el hombre que llevó al modesto Binacional de Desaguadero a la cima de la Liga 1.

Roberto Mosquera no es un entrenador cualquiera, y él se ha esforzado por construir esa imagen. Lo ha hecho en base a su éxito en la liga local, pero también a su infinita capacidad para hablar bien de sí mismo y un poco mal de los demás. Es, como muchos hombres exitosos, un poco arrogante, algo demagógico y ciertamente muy inteligente.

Mosquera ha entendido cómo funciona el sistema. Entiende al jugador peruano, al árbitro peruano, a la prensa nacional. Y a todo eso le suma una sabiduría táctica que lo ha vuelto uno de los técnicos más requeridos del fútbol local. Es un entrenador que puede replantear un partido radicalmente en el medio tiempo, o sorprender, de pronto, con una línea de tres desde el inicio. Tiene recursos de sobra.

Es, también, un romántico. Un enamorado del juego y del Sporting Cristal. Su salida, después de ganar con categoría la liga en el 2012, fue abrupta y sobre todo muy nociva para el equipo. Ese plantel, conformado, entre otros, por Yoshimar Yotún, Luis Advíncula y Carlos Lobatón, practicó un buen fútbol e ilusionó a la exigente hinchada celeste. Ganaba y gustaba. Tenía identidad.

Mosquera fue despedido porque, según la dirigencia del equipo, no se adaptaba a un “manual de estilo” que se terminó volviendo un mantra negativo para la institución: en busca de un estilo, terminó perdiendo su identidad. Y hoy, después de siete largos años, volverá a casa, con nuevos dirigentes, nuevos jugadores y la misma hinchada que lo admira.

No sólo fue campeón con el equipo como entrenador: fue formado en las divisiones menores del club, jugó siete temporadas y fue bicampeón. Tiene más crédito que casi cualquier otro técnico con la hinchada, algo vital para una dirigencia que no parece demasiado segura de sí misma. Los nuevos dueños han tomado la decisión correcta al nombrarlo porque, además de su talento, es una de las apuestas menos riesgosas del mercado.