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SELECCIÓN PERUANA

Jugar para cambiar

Ante la violencia en las calles del Perú por el golpe de Estado perpetrado por el Congreso, la opinión pública peruana se pregunta si la selección haría bien en no jugar contra Chile como mecanismo de protesta.

Actualizado a

En medio de la peor crisis económica, sanitaria y social de la historia del Perú, el Congreso de la República, en su enésimo acto de irresponsabilidad con tintes mafiosos, decidió vacar al presidente Martín Vizcarra por haber demostrado “incapacidad moral permanente” al estar involucrado en supuestos actos de corrupción -que no han sido probados- cuando fue gobernador de Moquegua. La salida de Vizcarra puso a la cabeza del Ejecutivo a Manuel Merino, uno de los promotores de la vacancia.

La votación para sacar a Vizcarra fue escandalosa: el Congreso tenía que llegar a 87 votos para vacarlo y sumó 105 después de una serie de negociados que, eventualmente, saldrán a la luz. En medio de lo que ya es, según la comunidad internacional y muchos especialistas, un golpe de estado disfrazado de acto democrático, miles de peruanos salieron a las calles a protestar. En medio de una pandemia. En medio de una crisis económica. En un país sin un Gobierno legítimo.

Y en un país sin ministro del Interior, lo que implica que no hay responsables políticos por los actos represivos que se están produciendo y se producirán en estos días. La Policía ha sido más violenta que nunca, disparando perdigones al cuerpo de los manifestantes que, en son de paz, buscan ejercer su derecho a la protesta en Cusco, Arequipa, Loreto, Lima, Trujillo, Huancayo y, básicamente, cada rincón del país.

En este escenario, un sector de la opinión pública pide que los futbolistas de la selección peruana, que este viernes enfrentará a Chile en Santiago por la fecha 3 de las eliminatorias, se rebelen y no jueguen en son de protesta. Lo cual es noble, en principio, pero más bien torpe desde el punto de vista estratégico.

Para empezar, si la selección no se presenta en Santiago, no sólo perderá el partido -algo secundario, teniendo en cuenta la coyuntura social y política- sino que correrá el riesgo de ser desafiliada de la FIFA. Esta corriente de opinión está basada en que en noviembre del año pasado, la selección chilena canceló su amistoso ante Perú para apoyar las protestas contra el gobierno represor de Sebastián Piñera… La diferencia es que en este caso se trata de un partido oficial que no puede ser postergado o suspendido unilateralmente.

Por el contrario, lo que debería hacer la selección peruana es jugar ese partido y aprovechar la plataforma para mandar un mensaje: sería ideal que todos o algunos de nuestros futbolistas inclinaran la rodilla o imprimieran un mensaje en sus camisetas; algo similar a lo que hicieron los jugadores de la NBA en medio del punto más álgido de la violencia policial contra personas afroamericanas en los Estados Unidos. El mensaje llegó. No solo a Norteamérica. A todo el mundo.

Los seleccionados tienen un poder del que muy pocas personas pueden jactarse: muchas veces, están por encima del bien y del mal, son ídolos; los amamos, queremos ser como ellos; queremos ser ellos. Con ese poder, un mensaje potente, que critique la brutalidad policial, que llame golpe al golpe y mafia a la mafia, sería lo mejor que le puede pasar a la selección. Pero no jugar no es una opción. Se debe jugar para mandar un mensaje. Jugar para cambiar. Se puede.