LIGA 1
Entre escándalo y escándalo: el arbitraje peruano, en crisis
La fecha 3 del Apertura es la muestra irrefutable de que uno de los grandes problemas del fútbol peruano son los árbitros.
El fútbol peruano tiene muchas cosas por resolver. Infraestructura, trabajo en divisiones menores, la estructura de los clubes, las ligas departamentales, la Copa Perú, la Liga 2... Hay, todavía, muchísimo por hacer para decir que todo está cambiando para bien y que para el Bicentenario tendremos un deporte más competitivo y consolidado. Eso no sucederá, con toda seguridad, en el próximo par de años, pero también hay otros asuntos que se deben tratar con urgencia y que, en ocasiones, pasan desapercibidos.
Uno de ellos tiene que ver con los arbitrajes. El cierre de la Liga 1 2019, en el que, sin previo aviso, la organización del torneo decidió imponer el VAR en las dos finales nacionales, fue una advertencia: las cosas no se están haciendo bien, y, por el contrario, se están llevando a cabo, como se dice por estas tierras, al 'caballazo', sin análisis previos, ni estudios, ni búsqueda de consenso.
De hecho, en la vuelta de la final, en Matute, la FPF decidió contratar a Patricio Lustau, árbitro argentino, para dirigir el Alianza - Binacional. El colegiado lo hizo bien, manejó las acciones -y el VAR- con cautela y oficio; algo que, en principio, no parece demasiado difícil. ¿Qué está pasando, entonces, con los árbitros peruanos, que, fecha a fecha, confirman que o no tienen la capacidad para dirigir profesionalmente o, peor aún, hay algunos intereses subrepticios que pesan a la hora de imponer justicia?
Como muestra, un botón: la escandalosa fecha 3 del Apertura
En la tercera jornada del Torneo Apertura, hubo tres arbitrajes realmente malos y alguno que dejó que desear. Vamos en orden. En la jornada del sábado, Universitario visitaba a Carlos Stein en Guadalupe. Cuando el partido se encontraba empatado, Nelson Cabanillas fue a pelear una pelota al área de los locales y, sin ser siquiera tocado por el defensor, se lanzó al piso. Fue un piscinazo evidente, que sólo el árbitro Roberto Pérez consideró como penal. Donald Millán anotó el segundo para la U.
Ya el domingo, la San Martín recibía a Alianza Universidad, en un duelo clave de dos equipos que, en principio, pelearán por no descender. Cuando las acciones estaban 1-1, el árbitro Jesús Cartagena se inventó un penal -uno de los más escandalosos de los últimos años- contra un futbolista de la visita. Álvaro Barco, gerente deportivo del cuadro santo, se mostró indignado con el arbitraje: "¿Cómo es posible que pueda haber un árbitro de esa categoría en el fútbol profesional? Hemos intentando comenzar el campeonato en buena fe y es increíble que puedan cobrar algo que no existe, algo que se inventan. ¿Esto está dirigido, o qué?”, se preguntó el directivo.
Por último, en el partido estelar de la jornada, Melgar recibía a Sporting Cristal en Arequipa. El encuentro se desnaturalizó desde la primera parte cuando el árbitro Micke Palomino empezó a repartir amarillas por doquier. Una de ellas fue la segunda de Merlo, central celeste; minutos después, como para compensar, expulsó a Paolo Fuentes y, media hora antes del final, hizo lo propio con Alexis Arias. El partido estaba completamente roto, roto por el árbitro, que ganó todo el protagonismo que quería.
¿Qué hacer ante esta alarmante situación del arbitraje? Es difícil. 'Importar' árbitros, como sugieren algunos voces, podría ser una solución temporal pero no estructural. Lo que se necesita es una reforma completa de la Conar, que incluya cursos de arbitraje serios, y que los colegiados cobren cantidades decentes de dinero para que dedicarse a esa labor sea algo atractivo. Falta mucho, mucho por mejorar en el fútbol peruano, y el arbitraje debería ser una de las prioridades.