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PERUANOS EN EL EXTERIOR

¿Vale la pena que Paolo Guerrero juegue los amistosos con Perú?

Ayer, después del partido frente a Flamengo, el delantero del Internacional fue preguntado por su convocatoria a la selección y se mostró bastante incómodo: “No quiero hablar de eso”.

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¿Vale la pena que Paolo Guerrero juegue los amistosos con Perú?

La convocatoria de Paolo Guerrero a la selección para disputar los amistosos FIFA de septiembre ha generado una suerte de conflicto diplomático entre la Federación Peruana de Fútbol (FPF) y el Internacional. Algo, por lo demás, bastante común en el fútbol moderno, en el que cada vez los clubes tienen más poder; por encima, incluso, de la FIFA, la UEFA o la Conmebol.

El problema, más allá del conflicto, es que se desnaturalice un poco la idílica relación de Paolo con el Perú. El goleador se mostró ayer muy incómodo cuando la prensa le preguntó, después del partido frente a Flamengo, por su convocatoria a la selección. "No quiero hablar de eso", dijo.

Guerrero es, por mucho, el jugador más querido por el pueblo peruano. Es el goleador histórico de la selección, el capitán; el futbolista por el que el ex presidente de la FPF (Edwin Oviedo, que ahora está preso) viajó a Suiza para convencer a Infantino de que el suspendido deportista disputara el Mundial.

Cuando Oviedo -sabe dios cómo- convenció finalmente al presidente de la FIFA, el Perú celebró como si se hubiera vuelto a clasificar al mundial. El peso futbolístico de Guerrero es evidente, casi inconmensurable. Pero su relevancia social y simbólica es todavía mayor: Paolo es el peruano que se fue en la adolesencia para triunfar en Europa. Pero, a diferencia de Pizarro, él volvió a hacerse héroe en la selección, a sacar a su país del hoyo sudamericano.

Y no solo lo logró: lo hizo como un verdadero crack, convirtiéndose, entre otras cosas, en el goleador histórico de la selección. De ahí que la FPF y Gareca hayan insistido para convocarlo a los amistosos del 5 y el 10 de septiembre frente a Ecuador y Brasil, respectivamente. Por más que se trate de partidos de preparación, el mensaje que manda el cuerpo técnico es que Guerrero es realmente indispensable para Perú. Que la selección no puede desaprovechar la oportunidad de contar con su goleador.

El poco tiempo que tiene Gareca con sus pupilos justifica de alguna forma la convocatoria: cada posibilidad de entrenar juntos es oro puro para el seleccionador. Sin embargo, vale la pena hacerse la pregunta de si es realmente necesario traer a Guerrero incluso a costa de sus propias convicciones. Si su club pidió formalmente que se quede y él también comunicó ese deseo a Gareca: ¿por qué no respetar la decisión del jugador?

¿Merece la pena realmente ponerlo en la situación incómoda de tener que escoger? Es cierto que se asume que cualquier seleccionado se siente honrado de ser convocado y que jugar con la selección no es una obligación sino un privilegio. Pero también está claro que si hay un jugador que ha demostrado su compromiso con el país, ese es Paolo Guerrero. Quizás lo más justo sería dejarlo entrenar y jugar con su club -que, dicho sea de paso, apoyó al futbolista y a la selección cuando este estuvo suspendido- y estar tranquilo.

¿No tiene derecho un jugador de 35 años que fue central en la primera clasificación a un Mundial después de casi cuatro décadas a descansar un poco de la selección y concentrarse con su equipo? No sólo tiene el derecho: la FPF debería tener la delicadeza de tomar en cuenta lo que piensa y siente el capitán.

Más allá de eso, tampoco estaría mal que Perú siguiera probando alternativas en la delantera, porque su goleador histórico está cada vez más cerca de retirarse, y no parece haber recambio de garantías a la vista. Quizás sea hora de que la selección empiece a enfrentar a equipos de peso sin su mejor jugador, para que los demás futbolistas asuman el peso del caso. Y, de paso, dejamos decidir a Paolo, que se ha ganado ese derecho.